Distingue entre jefes y líderes, pero tiene claro que los mejores son los jefes-líderes, apoyados por la dirección y refrendados por los trabajadores. Juan Luis Urcola, consultor y formador de directivos, acaba de publicar ‘La revolución pendiente. Las personas en el centro de las organizaciones’ (ESIC). Asegura que directivos, trabajadores y sindicatos deben de cambiar porque en ello va la competitividad de una compañía.
– ¿Ha cambiado la empresa?
– No. Estamos con un modelo antiguo que ha servido muchos años y puede aguantar un poco más. Pero hay que cambiar. Si queremos ser competitivos y responder a las expectativas de los clientes, el modelo tradicional ha quedado caduco. No aprovechamos el valor del trabajador. Hay un despilfarro de sus capacidades. La gran revolución pendiente es el papel de las personas en las organizaciones.
– ¿Qué debe hacer?
– En la empresa lo primero es el cliente, pero en la organización es el trabajador. Tiene que ocupar esa centralidad y recuperar la dignidad y el protagonismo que le corresponde. Hay que potenciar la organización participativa.
– El directivo, ¿ha cambiado?
– Todavía, no. Los directivos, como los empresarios, están en un modelo antiguo. Prima el beneficio a corto plazo. Y hay escasa sensibilidad por la importancia de las personas, incluso de los directivos.
– ¿Y los trabajadores?
– Les pasa lo mismo. El cambio deben hacerlo todos: los empresarios, los directivos, los trabajadores y los sindicatos. El futuro está en la dirección participativa. Pero al mismo tiempo que el empresario y el directivo lo ofrecen, el trabajador tiene que aceptarlo. No sólo vale quejarse. Hay que entrar en ese terreno. Pasa igual con los sindicatos.
– Los sindicatos, ¿deben cambiar?
– El modelo sindical ha quedado trasnochado. Siguen haciendo falta los sindicatos, pero ellos también se tienen que trasformar. Están en un modelo del siglo XIX y necesitamos uno del XXI.
– ¿Cuál es el nuevo papel de los sindicatos?
– Su principio básico, la defensa de los derechos de los trabajadores, permanece. Pero hay empresarios y sindicatos que se miran desde mundos enfrentados. Parece que el enemigo es el empresario o el trabajador. El empresario tiene una visión instrumentalista del trabajador y el trabajador le ve como un explotador. Al sindicato le viene bien ese conflicto pero debe empezar a aceptar que es parte del proyecto de la empresa. Hoy hay un debate muy interesante.
– A saber…
– El tema de los salarios. Nos preguntamos si hay que subir el IPC y si hay que ser más competitivo. Hay que buscar la rentabilidad y la competitividad de la empresa. Y el sindicato puede contribuir a mejorar esa participación. Pero si la empresa es más competitiva, los salarios habrá que repartirlos. La empresa debe buscar la productividad pero también la transparencia.
– Transparencia…
– Si al trabajador le pedimos que en momentos de crisis se sacrifique, en momentos buenos tendrá que aprovecharse. Es de justicia que los salarios no miren al IPC sino que se ajusten en función de la competitividad. Pero cuando las cosas van bien el trabajador tiene que tener su parte de beneficio. Las cuentas tienen que estar claras.
– De la empresa jerarquizada a la participativa. ¿Obstáculos?
– Hay que tomar conciencia de que es necesario transformar el modelo. Hace falta la voluntad en el empresario de querer ese cambio. Hay que sensibilizar a los directivos y trabajadores. No se trata de una dirección asamblearia. Seguimos necesitando responsables que dirijan. Clientes, personas y resultados son los ejes. Cada empresa debe elegir el propio modelo de participación.
– ¿Cómo cambiar?
– A la gente hay que educarla en la libertad acompañada de la responsabilidad. Hay un 5% de personas extraordinarias; un 90%, normales y el 5% restante, sin remedio. Hay que trabajar con el primer 95%. La participación requiere esfuerzo de directivos y trabajadores.
– ¿Cómo se genera una organización tóxica?
– Basta con un gerente muy tóxico. Los trabajadores son el fiel reflejo de sus jefes. Una persona contaminada, contamina al resto. Un mal jefe destroza a los mejores trabajadores.
– Distingue entre jefe y líder.
– Hay muchos jefes y pocos líderes. El líder es la persona que tiene seguidores y genera ilusión y entusiasmo en los trabajadores. A veces trabajamos en base al temor y la imposición. En momentos de crisis el papel del trabajador se debilita. Hay mucho apático y desilusionado.
– Si uno no puede ser un líder, podrá ser un jefe. ¿La empresa también los necesita?
– La figura buena es el jefe-líder. A uno le hace jefe la dirección. Y se es líder cuando así lo consideran los de abajo. Son personas que tienen el apoyo de la dirección y además la confianza de su gente. Líderes sin poder no son buenos.
– Su conclusión.
– El cliente es lo primero. Las personas son el centro de la organización: hay que recuperar su dignidad y su protagonismo. Y humanizar el trabajo y al trabajador, en pos de una dirección participativa.http://www.diariovasco.com/v/20110425/al-dia-local/empresas-muchos-jefes-pero-20110425.html