LUCES Y SOMBRAS DEL CORONAVIRUS. APRENDIZAJES PARA EL FUTURO


Este fin semana, muchos de nosotros hemos sentido con alegría que empezaba una nueva etapa en este largo proceso de la pandemia… por fin podíamos ir a correr, andar en bici o cualquier otro deporte. Muchos madrugamos ayer y lo hemos vuelto a hacer hoy, deseosos de recuperar algo que dejamos atrás el 14 de Marzo. Subir al monte Ulía fue lo último que hice antes de confinarme y fue lo primero que hice ayer.
Cierto es que no fue como antes porque el horario nos obligaba a salir todos a la vez y fue un poco estresante ir esquivando bicis, corredores y caminantes.
La “nueva normalidad” se me hacía “anormal” pero era mejor que el confinamiento total.
Hoy día de la madre, muchas mujeres hemos recibido, flores, regalos, dibujos y felicitaciones como si también fuera un día normal, pero tampoco lo es, porque también nos hubiera gustado celebrarlo de otra manera a como lo hemos hecho.
Esta semana que empezará dentro de unas horas muchos trabajadores y trabadoras volverán a reincorporarse físicamente a sus puestos de trabajo y de nuevo parecerá poco a poco que estamos en la normalidad, (que de normalidad no tiene nada) y olvidaremos lo vivido….
Nuestra cultura nos ha caracterizado en general por la poca planificación previa a nuestras actuaciones y también por la escasa reflexión posterior de lo realizado y está claro que vivir muchas experiencias, no significa necesariamente aprender, por eso desearía que no nos fuéramos incorporando a esa mal llamada “nueva normalidad” sin hacer una profunda reflexión que garantice que todo lo vivido no haya sido para nada.
A lo largo de estas semanas tanto en la vida privada como en la profesional, he visto comportamientos de todo tipo. He podido hablar con muchos gerentes, directores y directoras generales, mandos, empleados y amigos que repetían comentarios y experiencias muy parecidos y que me han llevado a diversas reflexiones.
Hemos visto y vivido comportamientos encomiables que nunca olvidaremos. Grandes regalos que nos ha dado la vida.
Hemos visto y de alguna manera compartido momentos estelares de liderazgo, gestos de generosidad, de sensibilidad, de confianza, amor desinteresado, de unión y de solidaridad que no olvidaremos jamás.
Supongo que igual que vosotros, hemos visto comportamientos que sencillamente no hemos entendido porque nos han parecido del todo innecesarios e inoportunos.
También gente que se metió en su cápsula y así pasó las semanas…
Y desgraciadamente también mucha gente que se ha roto o ha “gripado” de maneras y por periodos muy diversos.
Exceso de horas en casa para dar vueltas a la cabeza, miedos personales, miedo por nuestra salud, trabajos de riesgo, miedo por nuestros familiares, miedo por nuestro trabajo etc han generado comportamientos que probablemente no hubieran ocurrido el diez de marzo de este mismo año, pero se han dado ahora.
Sin duda, hemos vivido y en cierta forma seguimos viviendo un trauma colectivo y como bien decía Edith Eger en su “Bailarina de Auschwitz”, sólo el propósito claro nos saca de estas situaciones personales y colectivas y el saber que siempre tenemos la libertad de elegir cómo reaccionamos ante lo que nos sucede.
Por eso deseo que todos nosotros, y especialmente los responsables de equipos sepamos guiarnos y guiar a otros para elaborar exitosamente lo sucedido y lograr que las luces y las sombras de todo este tiempo no hayan sido en vano.
Podemos olvidar lo bello y vivir para siempre con la decepción, el dolor y el miedo o hacer justo lo contrario.
Deseo y os deseo, que sepamos reconocer sin vergüenza todos esos comportamientos que hemos agradecido en nuestro interior o que nos han admirado de otros. Que sepamos entender (no hace falta compartir) al que metió la cabeza debajo del ala y aunque nos cueste, perdonar lo que no nos ha gustado porque es precisamente la compasión uno de los rasgos que definen la grandeza del ser humano y porque además deberemos coser heridas para acometer un futuro sin duda incierto y duro como equipo, pero para el que también sin duda, nos necesitamos.
Identificar los comportamientos como individuos y como equipos que nos ayudaron a saltar los charcos, así como buscar y cultivar los recursos que no tenemos.
Es posible que alguno se quede por el camino, porque no quiera, no sepa o no pueda permitirse a si mismo hacer lo que digo pero como siempre, confío en la gran mayoría de personas que cada día luchamos por participar en las organizaciones y en la sociedad desde el servicio y con el deseo de ofrecer a los demás la mejor de nuestras versiones.
En caso contrario, todo lo vivido no habrá servido para nada.